domingo, 7 de octubre de 2007

París VII: Château de Versailles.

Muchachos, ¡qué poco nos queda para terminar nuestra visita a París! Hoy estaremos en Versalles, un fastuoso palacio que se encuentra a media hora de la capital francesa y que es el símbolo del poder absolutista de los antiguos reyes del país. Fue Luis XII el que, en 1723 mandó construir, en el enclave del palacio, un pabellón de caza en el que el monarca y los nobles pudieran pasar sus ratos de ocio. Pero, el lugar les pareció tan agradable que fueron ampliando, poco a poco el palacio. Luis XIV, obsesionado con crear un palacio sin igual, construyó la famosa Galería de los Espejos, una impresionante sala en la que se firmó el Tratado de Versalles que dio fin a la I Guerra Mundial. En enero de este año esta sala estaba siendo restaurada, de modo que gran parte de los espejos se ocultaban bajo paredes de cartón, aún así, la amplitud de la sala, su luminosidad, las lámparas, la decoración… hacían de la Galería un lugar sorprendente (tendré que volver cuando esté restaurada completamente para poder contaros más cosas).

Si os alojáis en París, llegar hasta Versalles es muy sencillo: podéis ir en tren (RER C), siguiendo la dirección Versailles-Rive Gauche, desde la estación de Invalides o Notre Dame. Al comprar el billete de tren pedir que incluya la visita al palacio, de este modo os saldrá más barata (13,5 euros: ida, entrada, y audioguía, y vuelta), que si pagáis por un lado los billetes y por otro la entrada.

El pueblo en el que se encuentra el palacio es muy bonito. Si decidís pasar el día completo allí, hay muchos restaurantes donde comer, pero, si hace buen tiempo, os recomiendo comprar unos bocatas y comer por los jardines del castillo, al lado de una de sus maravillosas fuentes tumbados sobre el verde césped. Eso es lo que a nosotros nos hubiera gustado hacer, pero la temperatura de enero y la constante llovizna nos impidió, prácticamente, visitar los jardines.

El palacio es precioso, pero si habéis estado en el de la Granja de San Ildefonso, no pararéis de encontrar similitudes, al fin y al cabo, el español está hecho a imagen y semejanza del francés, aunque es bastante más pequeño. Sólo hay una cosa que me impresionó mucho en Versalles y que no había visto en ningún palacio real español: el teatro de la ópera. Un teatro pequeñito repleto de tapices, bordados en oro, maderas nobles… ¡estos reyes se lo montaban muy bien!

Si os quedan tiempo y fuerzas para unas visitas más, no dejéis de pasear por la zona de la Sorbonne, allí podréis ver los edificios de la antigua universidad, y visitar el Panteón. Se trata de un edificio del siglo XVIII que inicialmente iba a ser una iglesia dedicada a Santa Genoveva, pero, tras la Revolución Francesa, se transformó en un templo para albergar los cuerpos de los hombres ilustres de la patria. Allí podréis ver las tumbas de Alejando Dumas, Víctor Hugo, Emile Zola, Maire Curie… y el asombros péndulo de Faucault que está situado en la galería central.

Y hasta aquí llego nuestro recorrido por Paris. Y lo voy a terminar con las mismas palabras con las que empecé esta serie de posts: disfrutad de sus calles, de sus edificios, de sus gentes, de su comida… porque ése es el verdadero encanto de la ciudad. Coged el avión y volved a casa, pero no guardéis las maletas, porque pronto visitaremos otra ciudad europea.

miércoles, 12 de septiembre de 2007

Un poema de Rafael Courtoisie.

Este verano he tenido la suerte de leer un buen número de poemas escritos por poetas hispanoamericanos nacidos en torno a 1960. Es un placer comprobar que gracias a ellos la poesía sigue vive y en buena salud física. Es evidente que los tiempos han cambiado, y que este mundo de placeres efímeros y urgencia consumista no deja demasiado hueco a la lectura pausada y reflexiva de un buen poema, y eso, que es algo sabido por estos jóvenes autores, se manifiesta en textos rápidos y enérgicos que muestran la realidad con toda su crudeza.

He pensado que os gustaría conocer a algunos de los nuevos poetas de hoy, quién sabe si no se convertirán en los clásicos de mañana. Así que comienzo con el uruguayo Rafael Courtoisie: nació en Montevideo en 1958 y tiene en su haber el VIII premio Fundación Loewe de 1995. No tengo el placer de conocer toda su obra, pero, de entre los poemas que he leído escritos por él, éste que hoy os muestro me gustó muchísimo, su sencillez me hizo reflexionar sobre la belleza de transformar lo cotidiano en objeto poético. Espero que os guste.


Objetos de silencio.

En una reunión, en medio de la conversación animada
cae, de pronto, una piedra invisible que provoca la
interrupción del diálogo. Los rostros se miran incómodos y
alguien carraspea.
La tensión dura apenas segundos, hasta que alguien decide
recoger el objeto y reanudar el diálogo con una frase
común. Pero en la habitación queda una marca indeleble
que las palabras no pueden ocultar.

jueves, 16 de agosto de 2007

El Círculo del Arte, Toledo.

La primera semana de julio estuve en Toledo. Es una ciudad preciosa, pero si tengo que describirla con una frase, me quedo con una coplilla que me cantó una toledana: “Toledo cuesta trabajo, cuesta trabajo, cuesta p΄arriba, cuesta p΄abajo”, ¡pero es que todo está cuesta arriba en Toledo!

La ciudad tiene un encanto especial que le viene dado por la muralla que rodea al casco antiguo, los preciosos edificios que lo forman, sus calles estrechas y empinadas, sus iglesias… sus muchas iglesias. Son tantas que es imposible mantenerlas todas como lugares de culto y oración, de modo que no es extraño encontrártelas transformadas en colegios, talleres mecánicos o bares.

Observad las dos fotos del principio, ¿qué muestran? una iglesia, contestareis todos. Pues sí lo es, se trata de la antigua iglesia de San Vicente, un templo mudéjar del siglo XIII. Pero a mí no me importaría que alguna de las ermitas de mi pueblo, que amenazan ruinas, se utilizase como este pequeño templo, ¿queréis verlo por dentro?

Me contaron que esta antigua iglesia estuvo cerrada durante muchos años, es tal el patrimonio de la ciudad, que es prácticamente imposible mantenerlo todo. En un afán de rescatar el edificio, se cedió a la Universidad de Toledo, que lo utilizó durante años como aula y, posteriormente como almacén. Viendo de nuevo que el edificio quedaría abandonado, ya que la universidad no tenía necesidad de él, el ayuntamiento o el obispado (no sé muy bien quién) lo cedió a una asociación cultural toledana llamada “El Circulo del Arte” para realizar allí exposiciones, conciertos… Pero con eso no se saca el dinero suficiente como para mantener el edificio, de modo que se dio a una empresa el uso del lugar como bar de copas. (Por favor, si algún toledano lee esto y me equivoco en algo, le pido que me corrija)

Así que ahora, la vieja iglesia es una sala de exposiciones de arte, un lugar donde se realizan monólogos, obras de teatro, una sala de conferencias, un espacio donde presentar libros, un local de conciertos… en definitiva, un espacio polivalente en el que, además, durante el día puedes tomar una cervecita con tu tapa o un café con pastas, y en el que, por la noche, puedes bailar como un descosido mientras tu grupo actúa en un fantástico escenario, el altar mayor de la iglesia; o mientras el d.j. de turno pincha buena música.

Os aseguro que uno tiene una sensación morbosa cuando baila tomándose una copa y fumándose un cigarro dentro de una iglesia. El sentimiento de estar saltándote las normas llega al colmo de la provocación cuando le plantas un besazo a tu chico. Entonces piensas: si me viera mi abuela diría que el mundo está loco.

lunes, 23 de julio de 2007

Cinco amigas.

El viernes pasado nos volvimos a reunir todas. Desde que acabamos la carrera, en 1999, lo hacemos, como mínimo, dos veces al año: una en Navidad y otra en verano. Recuerdo que las primeras “Comidas de filólogas” (oficialmente se llaman así), se celebraban en los restaurantes más baratos, porque no teníamos ni un duro, ahora, afortunadamente, ya no tienen lugar en un restaurante chino o en una hamburguesería. Ésta ultima fue en un italiano con mucho encanto llamado Ghetto Vecchio en el Cabo de las Huertas (Sant JoanAlacant).

Conocí a Verónica el primer año de carrera. En “Lingüística General” teníamos que hacer unas fichas con los principales libros de consulta que podíamos utilizar (eran unos 300), de modo que todos los "pipiolos" de 1º abarrotábamos la biblioteca de Filosofía y Letras y hacíamos que los bibliotecarios nos odiaran. Tanto fue así, que decidieron montar una garita en la que estuvieran todos esos libros para que fuéramos allí y no los molestáramos tanto. Pues estaba yo con una amiga en ese cuchitril cuando llegó Vero y comenzó el intercambio de fichas y la crítica feroz a la profesora que nos había metido en tal berenjenal. Gracias a ella conocí a Celia. Nos veíamos, hablábamos, pero fue en tercero cuando hicimos piña. En “Gramática española” teníamos que hacer un trabajo, creo que sobre la preposición “de”, agrupados de 5 en 5. Nosotras éramos 3, pero había 2 chicas a las que conocíamos y que estaban sentadas en otra fila y nos dijeron que nos uniéramos. Ellas eran Inés y Manoli. Desde ese momento nos convertimos en inseparables.

Ahora, después de tantos años, cada vez que nos reunimos para comer, me entra la nostalgia, y echo de menos esos años en la universidad. Cuando veo a Celia, y nos cuenta que le ha ido muy bien en el instituto en el que trabaja y que está buscando piso con su chico, me acuerdo de cómo empezaron a salir. Fue en una de las miles de fiestas que organizamos en “Hanoi”, porque Gabi, su chico, también es compañero nuestro de carrera. Y es que, durante el último año, empezamos a hacer fiestas con la finalidad de recaudar dinero para gastarlo en un viaje de fin de carrera. En la primera pusimos todo nuestro empeño y llenamos la universidad de carteles. Tuvimos un éxito rotundo, sacamos mucho dinero, pero había demasiada gente y nos agobiamos. De modo que, seguimos haciendo fiestas, pero no se lo decíamos prácticamente a nadie. Eran geniales, porque, aunque no recaudábamos nada, todos nos conocíamos y lo pasábamos muy bien.

En el comité organizador de todos los saraos estaba Manoli. La pobre, fue como 10 veces a una agencia de viajes a pedir presupuestos para un viaje que nunca se realizó. Ninguno de nosotros tenía dinero, y con las fiestas habíamos sacado una miseria. Así que esa calderilla, se invirtió en la barra libre de la cena de fin de carrera. Cena que también es digna de recordar: siempre quedará en nuestra memoria el traslado desde el hotel donde se celebró, hasta la zona de marcha del puerto de Alicante, en el 205 de nuestra profesora de “Lexicografía española”. Ella iba tan “feliz”, que le tuvieron que aparcar el coche, porque después de 200 maniobras seguía sin entrar en el amplísimo hueco. Ahora, Manoli, está viviendo con su novio y acaba de aprobar las oposiciones de maestros de primaria, porque, tras acabar “Filología Hispánica”, decidió que no quería impartir clase en institutos, sino en coles, y estudió la carrera que siempre había querido hacer, Magisterio.

Verónica, que anda nerviosa porque le van a dar pronto su piso y porque acaba de conocer al chico de sus sueños, es la única que no se dedica a la docencia en la actualidad. Trabaja en la Universidad de Alicante y se encarga de organizar la llegada y la estancia de chicos norteamericanos que vienen a estudiar español. Con ella he estudiado muchísimo (siempre recordaré el cabreo de Vero el día que le hicieron un control de alcohole
mia a las 5 de la mañana cuando, recién levantada, iba a la biblioteca de la universidad porque había quedado conmigo para estudiar), pero también nos hemos divertido muchísimo. Me acuerdo de aquel día, recién acabados nuestros estudios, en el que estaba tomando un café en un centro comercial y sonó el teléfono, era ella, estaba en Albacete y había conseguido dos plazas para estudiar allí el CAP, me preguntaba si iba con ella. Ese día era viernes, el lunes siguiente ya estábamos instaladas allí, en el piso de la Señorita Pepis, porque ésa es otra larga historia. Vivimos juntas durante un mes y medio. Luego, cuando volvimos a Alicante, ella se fue un año a Londres a estudiar inglés, y después, a EEUU a dar clase de español. Ahora, en su tierra, añora la enseñanza de español a extranjeros y el otro día nos contaba que quiere hacer un master sobre ello.

De las 4, Inés es la persona con la que menos relación tuve durante la carrera, pero nos hemos conocido mucho, y muy bien, cuando terminamos, porque juntas nos metimos en el “embolao” de las oposiciones. Coincidimos en una academia en la que, se supone, que las preparaban, y de la que hemos acabado echando pestes. Luego, nos hemos recorrido media España haciendo, o no, exámenes de oposiciones. La primera vez que nos presentamos, fue en Andalucía, y nos tocó hacer las pruebas en un instituto de Sevilla. Tardamos 5 minutos en levantarnos tras darnos el examen. Recuerdo que salimos del aula muertas de risa, después de tanto tiempo no habíamos sido capaces de escribir nada, pero estábamos contentas. Mi alegría se acabó cuando llamé a casa y empezaron a consolarme: “No te preocupes Ana, el próximo año será. Pero no te disgustes, ¿eh?”. Fue colgar el teléfono y empezar a llorar como una magdalena. Pero Inés, me dijo: “Estamos en Sevilla, ¿no?, pues nada de penas, ¡a hacer turismo!”. Y allí estábamos las dos frustradas opositoras a las 4 de la tarde en el mes de julio por Sevilla, “achicharrás”, y es que por las calles, a esas horas, sólo íbamos nosotras y los japoneses. Dos años después, Inés consiguió entrar en la bolsa de trabajo de Castilla la Mancha, ahora se ha comprado un pisito en Toledo y trabaja allí.

Nuestro profesor de Literatura Hispanoamericana pronunció, el día de nuestra graduación, una frase que a mi madre se le quedó grabada. No sé si vosotras, compañeras, recordáis a Rovira diciendo: “Enhorabuena, ahora dejáis de ser estudiantes, ya sois filólogos, y ya estáis en el paro. Porque ese es vuestro destino. Habéis estudiado una preciosa carrera con la que es muy difícil ganarse la vida.” Por suerte Rovira se equivocó y ninguna de nosotras está en el paro, pero lo cierto es que nos ha costado mucho estar donde estamos. Lo que no nos cuesta ningún esfuerzo es mantener una amistad que ya dura casi 11 años, a pesar de que vivamos cada una en una ciudad distinta, de que nuestros horarios no sean siempre compatibles… Os quiero mucho, un beso.

¡Ah! Recordad que tenemos un viaje de fin de carrera pendiente.

viernes, 13 de julio de 2007

París VI: Hôtel des Invalides y Sacre-Coeur.

Bienvenidos al penúltimo post sobre París. Hoy visitaremos dos de los edificios más impresionantes de la ciudad.

Hôtel des Invalides, Los Inválidos en castellano, es un edificio del siglo XVII que fue mandado construir para los soldados que resultaban heridos durante la guerra y a su vuelta a casa no tenían a dónde ir. Lo más llamativo del edificio es la cúpula dorada de la capilla que alberga los restos mortales de Napoleón Bonaparte, que se observa desde casi cualquier lugar de París. Hoy, el edificio se ha convertido en museo militar.

Os voy enseñando algunas fotos y os cuento cosas: El edificio se encuentra relativamente cerca de la Torre Eiffel. Se sitúa en la misma orilla del Sena, de modo que llegar hasta allí es un paseo maravilloso, aquí podéis ver la entrada principal y las vistas hacia la ciudad desde el mismo lugar.
La primera foto, (que reconozco que no es mía, y que la he sacado de Internet), muestra la basílica de la que antes os hablaba. Por dentro no es demasiado grande (estas fotos sí son mías), pero impresionan sus mármoles y el gran órgano que ocupa una de sus paredes.

El edificio cuenta con un patio interior que da acceso a la basílica, al museo de la armada y a la tumba de Napoleón. Lo vimos todo, excepto el museo, la verdad es que estábamos cansados de tanto andar (ya os dije que París es la ciudad del dolor de pies y no del amor), un poquito hartos de Napoleón y sus hazañas y no entramos al museo. A la vuelta, cuando lo comentaba con una amiga que estuvo en la capital francesa un par de semanas antes que yo, me decía que nos habíamos perdido una gran maravilla. De modo que os pido, que si lo conocéis me habléis de él, y si no es así, no os dejéis llevar por el cansancio, y visitadlo cuando viajéis a París.

Pero de la tumba de Napoleón, no sólo os puedo hablar, sino que también os la puedo enseñar, aquí la tenéis, un ataúd con un estilo muy, muy, muy…. ¿futurista? ¿o tan sólo extremadamente pomposo? Porque es enorme, de hecho ocupa el centro de una capilla y se puede observar desde el piso superior (donde están entre otros el féretro de nuestro Pepe Botella), o bajando hasta la galería que ocupa y viéndolo desde todos los ángulos posibles.

Bueno, pues después de esto, tomamos el metro y nos vamos camino de Montmartre. Una de las cosas que más me impresionó de la ciudad fue el momento en el que salimos del apeadero, avanzamos por una avenida ancha y de repente giramos hacia una calle estrechita llena de tiendas en las que se vendía de todo, y, al fondo, la basílica del Sacre-Coeur.

El edificio inspirado en la arquitectura romana y bizantina, que se sitúa en lo alto de una colina, se empezó a construir en el siglo XIX, para rendir homenaje a los muertos de la guerra franco-prusiana, pero no se terminó hasta 1919. Pero lo más curioso de la iglesia no es su estupenda apariencia o su interior, sino la cripta que se esconde debajo de ella y que también se puede visitar, se accede a ella desde un callejón bordeando el edificio desde la izquierda. Supongo que muy influenciada por las historias de templarios que tan de moda se han puesto en nuestra literatura, cuando visitaba aquel lugar pensaba en reuniones secretas, ceremonias místicas, planes para recuperar el Santo Grial… (que daño me han hecho esto chorra-libros).Llegar a la basílica es toda una aventura, como habéis visto en las fotos, está en lo alto de la colina y rodeada de escaleras, escaleras y escaleras. Si ya vuestros pies están a punto de estallar y tenéis la suerte de que esté en funcionamiento, pasad de las escaleras y acceder a ella a través del funicular. Nosotros no tuvimos esa suerte y subimos andando, la contrapartida, puedes ir parando para disfrutar de las fabulosas vistas que te ofrece la subida.

Hay que tener cuidado aquí con los muchachos que te regalan pulseras o te hacen juegos de magia, son como las gitanas españolas de Granada o Sevilla que sólo pretenden sacar dinero a los turistas. Así que lo mejor es tener las manos metiditas en los bolsillos.

Una vez arriba podréis disfrutar de un paseo por el barrio de Monmartre: ver su famoso cementerio, de la plaza de Pigale, de sus calles llenas de tiendas y restaurantes… Y si os animáis, visitar le Moulin Rouge. Haced lo que queráis, pero no os acostéis demasiado tarde porque mañana nos vamos a Versalles.

martes, 10 de julio de 2007

La tregua, Mario Benedetti.

Hace unos días os mostraba un poema de Benedetti, "Dactilógrafo". En él, el autor uruguayo, haciendo uso de su experiencia como oficinista antes que escritor, mezclaba con gran maestría dos documentos aparentemente opuestos: una carta comercial y un nostálgico poema en el que recordaba su niñez en las calles de Montevideo. En esa misma temática se sitúa La tregua, que muestra también ese conocimiento del trabajo en una oficina, sin dejar de lado los sentimientos de los que trabajan en ella.

No voy a hacer aquí un estudio académico en el que deje de manifiesto su grandeza como obra literaria y en el que explique cómo, desde su aparición, se convirtió en un clásico de la literatura en lengua española, eso se lo dejo a otros que lo hacen mejor, (aquí tenéis algunos: la estrategia narrativa, el espacio y el tiempo, y alguno más general). Yo me quedo con relataros mis impresiones y sensaciones durante la lectura. Pero si queréis saber qué piensa el autor sobre esta novela, aquí tenéis una interesante entrevista al respecto.

No sé por qué, pero lo cierto es que he tenido el libro en la estantería durante muchos años. Tenía la impresión de que lo había leído en algún momento y que había pasado sin pena ni gloria por mi recuerdo. Pero cuando lo comencé a leer me percaté de que no lo había hecho, porque desde la primera linea me di cuenta de que, de haberlo leído, no se me podría haber olvidado. Porque entre esas páginas y mis sentimientos tuvo lugar una conexión especial que ha hecho que permanezca para siempre en mi corazón. Tras la última media hora de lectura, durante la cual no pude dejar de llorar, comenzaron a temblarme la piernas y no van a dejar de hacerlo hasta que no vacíe mi pecho de emociones en este post.

Los versos de Vicente Huidobro con los que comienza la novela ya dicen mucho de lo que narrará en sus páginas:

"Mi mano derecha es una golondrina
Mi mano izquierda es un ciprés
Mi cabeza por delante es un señor vivo
Y por detrás es un señor muerto."

Y es que esta novela, bajo la forma de un diario, nos muestra los sentimientos más íntimos de Martín Santomé, un montevideano de 49 años al que sólo le quedan unos meses para jubilarse. Viudo desde hace décadas saca adelante a sus tres hijos con su sueldo como oficinista. Atrapado en una vida gris, sin emoción, sin pasión, sin amor...

"Yo tendría que sentirme orgulloso de haber quedado viudo con tres hijos y haber salido adelante. Pero no me siento orgulloso, sino cansado. El orgullo es para cuando se tienen veinte o treinta años. Salir adelante con mis hijos era una obligación, el único escape para que la sociedad no se encarara conmigo y me dedicara la mirada inexorable que se reserva a los padres desalmados. No cabía otra solución y salí adelante. Pero todo fue siempre demasiado obligatorio como para sentirme feliz."


El gris de su vida se tornará un glorioso y luminoso color rosa con la llegada de Laura Avellaneda a la oficina:

"Porque la vida es muchas cosas (trabajo, dinero, suerte, amistad, salud, complicaciones) pero nadie va a negarme que cuando pensamos en esa palabra Vida, cuando decimos, por ejemplo "que nos aferramos a la vida", la estamos asimilando a otra palabra más concreta, más atractiva, más seguramente importante: la estamos asimilando al Placer. Pienso en el placer (cualquier forma de placer) y estoy seguro de que eso es vida."


Pero, al fin y al cabo, el estado de felicidad no es algo perpetuo.

"Yo necesito un Dios con quien dialogar, un Dios en quien pueda buscar amparo, un Dios que me responda cuando lo interrogo, cuando lo ametrallo con mis dudas. Si Dios es la Totalidad, la Gran Coherencia, si Dios es sólo la energía que mantiene vivo el Universo, si es algo tan inconmensurablemente infinito, ¿qué puede importarle de mí, un átomo malamente encaramado a un insignificante piojo de su Reino? No me importa ser un átomo del último piojo de su Reino, pero me importa que Dios esté a mi alcance, me importa asirlo, no con mis manos, claro, ni siquiera con mi razonamiento. Me importa asirlo con mi corazón."


Con un argumento basado en lo cotidiano, con un protagonista de 50 años que lleva una vida de hastío y aburrimiento, con historias normales de personajes normales, con un lenguaje de la calle cargado de lirismo, con la descripción de los sentimientos más cotidianos... este libro ha conseguido llegarme al alma y que entre nosotros se establezca una relación muy especial.

Lleno de anotaciones, de rayajos y de fragmentos subrayados, lo vuelvo a dejar en el lugar que ocupaba en la estantería. Ahora ya sé que lo he leído, y también sé que lo volveré a leer. No porque haya pasado sin pena ni gloria por mis recuerdos, sino porque en las palabras de Santomé siempre encontraré el sentido común que le hace falta al mundo en el que vivimos.

Gracias Mario.

lunes, 9 de julio de 2007

Maná, "Amar es combatir": 30 de junio, Murcia.

Comienza el calor y con él la época de conciertos. Así que os iré contando aquellos a los que vaya acudiendo. El día 30 fui a ver a Maná a Murcia. Es un grupo que me gusta mucho, empecé a escucharlos hace muchos años y los he ido siguiendo desde que apenas eran conocidos en España. Cada dos años, más o menos, se dan una vueltecita por nuestro país, y yo, siempre que puedo, voy a verlos. De modo que es la tercera vez que lo hago, y nunca dejan de sorprenderme. No soy una fan histérica de las que compran el disco el mismo día que sale a la venta, de las que se saben todas las canciones de memoria, de las que se confiesan enamoradas de alguno de los miembros del grupo…; pero, los sigo y disfruto mucho con sus actuaciones.

Bueno, pues os cuento: El concierto tenía lugar en el estadio de fútbol de “La Condomina”, primer problema: los que no vivimos en Murcia no teníamos la menor idea de su existencia, porque todos conocemos “La Nueva Condomina”, pero, ¿quién iba a imaginar que no estaba sobre la vieja? es decir, ¿quién sabia que “La Condomina” sigue existiendo y está en el centro de la ciudad? Nosotros no, así que nos fuimos a “La Condomina” que conocíamos, y allí no había nadie (lógico), la gente llegaba en coche, echaba un vistazo y se largaba, y nosotros alucinados. De modo que decidimos preguntar a unos chicos y estos nos dijeron que, al parecer, nos habíamos equivocado, que había que ir al centro de Murcia. Vale, pero, ¿a dónde? Desorientados, perdidos y muertos de hambre, decidimos seguir a una parejita que salía en coche del parking dirección al concierto. Saltándonos semáforos en rojo, atravesando calles por las que nunca se nos hubiera ocurrido pasar, superando los limites establecidos de velocidad; llegamos a un parking, y, aunque jugamos al disimulo con la pareja que nos había servido de guía, no pudimos evitar aparcar, prácticamente, a su lado. Perfecto, ya estábamos en el centro de Murcia, pero, ¿dónde estaba la puñetera Condomina? Con la falta de sigilo y prudencia que caracterizó nuestra persecución anterior, comenzamos un nuevo seguimiento. Procuramos distanciarnos un poquito de ellos, que parecieron darse cuenta de que los seguíamos y aligeraron el paso, de modo que, en un momento de despiste, los perdimos. Con cuatro indicaciones de amables vecinos murcianos, llegamos a lugar del concierto. Compramos lo que quedaba en una pastelería cercana al recinto que otros hambrientos asistentes al evento habían saqueado antes de nuestra llegada. Y con nuestra bolsa de empanadillas y nuestras cervecitas, nos sentamos en el césped a esperar que comenzara. Charlando, bebiendo, comiendo, fumando… se nos pasó el ratito que nos quedaba hasta la hora de comienzo del concierto, asi que nos levantamos y buscamos un lugar desde el que pudiéramos ver bien, y, ¿a quiénes os imagináis que teníamos delante?, ¡bingo!... a la parejita que veníamos siguiendo. ¡El mundo es un pañuelo!

El concierto fue genial: el directo del grupo es increíble; la vitalidad y la energía que derrochan es sorprendente (sobre todo en el caso del bateria); los juegos de luces, la presencia del fuego y el agua…, alucinantes. En definitiva, Maná sigue en su línea de dar buenos conciertos en los que el público disfruta enormemente y no puede parar de saltar, bailar, gritar…, conciertos capaces, no sólo de hacer que te lo pases muy bien, sino también de emocionarte o de mover tu conciencia hacia loables causas como la lucha contra la pobreza y falta de educación en Hispanoamérica, la comprensión hacia la personas que sufren depresión y piensan en el suicidio, la unión de los pueblos en busca de la paz, la necesidad de libertad y el fin de la represión social, económica o cultural…

No os voy a describir minuciosamente el concierto explicando las canciones que tocaron, narrando las palabras que dijeron, mostrando los efectos y el atrezzo que introdujeron… porque al grupo aún le queda mucha gira por delante, y, si decidís ir a verlos, el “efecto sorpresa” es indispensable para disfrutar más y mejor de un concierto que enfebrecidamente os recomiendo.

jueves, 28 de junio de 2007

París V: El Museo del Louvre y de Orsay.

Hoy nos toca visitar museos. Sin duda, los dos más importantes de París, aunque no los únicos, son estos: el Louvre y el Orsay. Realizar una visita completa, detenida y bien hecha a cada uno de ellos podría llevarnos varios días; sobre todo en el caso del Louvre en el que qué hay que seleccionar qué se quiere ver si no quieres no ver nada, pues es enorme y tiene un gran número de obras maestras que todos deseamos observar de cerca.

El edificio, como casi todo en París, es impresionante. Se trata de una fortaleza del siglo XII con ampliaciones renacentistas. Antes de convertirse en museo, fue palacio real, y, tras la construcción de Versalles, pinacoteca real. El último añadido al edificio fue la famosa pirámide de cristal que se sitúa en su entrada desde 1989. Está justo en el centro de los tres pabellones y, aunque es la más grande y la que más se ve, no es la única, puesto que en el interior el museo, y exactamente debajo de ésta, hay una pirámide invertida. Lo cierto es que el edificio del museo es de un estilo muy clásico y esta pirámide, aunque impresionante, quizás sea, por la utilización del vidrio y el acero, excesivamente moderna.

Nosotros visitamos el Louvre por la tarde, y la verdad es que no sé si fue el mejor momento para hacerlo, porque había muchísima, muchísima, muchísima gente. Responsable, en gran medida, de esto, es Dan Brown, que con esa pésima novela con la que ha cosechado tanto éxito, El código Da Vinci, ha puesto de moda la visita a los lugares en los que se sitúa su narración y la posterior, y también nefasta, película. Cuando caminábamos por los pasillos del museo, apretujados entre la gente y quitándonos los jerséis de lana y el segundo par de calcetines que llevábamos puestos, porque la calefacción reproducía el calor del agosto español; nos sentíamos arrastrados por la corriente de personas que caminaban como autómatas haciendo enormes colas para ver la Gioconda. Cuando conseguimos llegar hasta el retrato, era tal la aglomeración a su alrededor, que no sólo no conseguí descifrar su enigmática sonrisa, sino que apenas conseguí verla. Sin embargo, muchos de los visitantes que nos rodeaban, cambiaban su gesto y se quedaban ensimismados ante la visión del cuadro. Quizás me falta sensibilidad artística, aunque yo creo que lo que me faltaba, realmente, era aire para respirar. En definitiva, somos gilipollas.

A pesar de todo, el museo me gustó mucho, porque recorre la historia de la pintura y la escultura europea desde el siglo X hasta el XIX, y porque cuenta con importantes colecciones de arte egipcio, antigüedades orientales, arte islámico…que te dejan boquiabierto durante horas.

Si tenéis la oportunidad de visitarlo, no dejéis de ver el apartamento de Napoleón, os impresionará la decoración, el mobiliario, la iluminación… No sé si porque era el lugar en el que menos gente había, pero lo cierto es que me encantó.Quizás porque es menos visitado; tal vez porque es más pequeño y se puede ver entero, o, a lo mejor, porque tengo predilección por el arte de los últimos siglos; me gustó mucho más el Museo de Orsay. Fue inaugurado en 1986 y se sitúa en una antigua estación de tren en la que se pensó, antes de decidir convertirla en museo, que fuera un hotel. En el podemos ver pintura impresionista, escultura, mobiliario art decó… en definitiva, un buen resumen del arte europeo de finales del XIX y principios del XX.

Está situado en un lugar encantador, justo en la orilla más tranquila del Sena, caminar por sus alrededores es una delicia. Y si por fuera es un edificio bonito, por dentro no lo es menos: todas las salas dan a una galería central acristalada, el lugar que ocupaban las vías de la antigua estación de tren, eso hace que sea un espacio luminoso y diáfano en el que apetece sentarse a descansar mientras se observa alguna de las impresionantes esculturas que allí se exponen. Aquí tenéis algunas fotos de esa galería central y del precioso reloj que la observa desde lo alto:

Y, tras otro agotador día, un paseo por el Sena, y al hotel.

Una confesión final: las fotos de los interiores de los museos son mías, pero las de las fachadas, reconozco que fue un despiste no hacerlas, están sacadas de la Red, por eso se ven peor, están muy pixeladas.

miércoles, 27 de junio de 2007

Dactilógrafo, Mario Benedetti.

Reconozco que me gusta mucho Mario Benedetti. Leo su poesía y me emociona su capacidad de reflexionar sobre los sentimientos mas íntimos y profundos, no a través de un lenguaje erudito y de una forma asfixiada en los cánones métricos; sino, partiendo de un tono totalmente coloquial, llano, cercano..., de los juegos textuales, del humor, del compromiso con su historia.


Ahora lo estoy conociendo como narrador, y La tregua me está pareciendo una maravilla de novela de la que pronto os hablaré. Ando emocionada por esa capacidad, que no sólo se circunscribe a su poesía, de decir tanto de la manera más sencilla.

De casualidad, paseando por la Red, he encontrado una grabación de Benedetti recitando uno de sus poemas. Me ha hecho mucha ilusión, la verdad, pues, si no me equivoco, en ese recital, que tuvo lugar en la Universidad de Alicante, estaba yo, abrazada a su libro y escuchándole con la boca abierta y los pelos de punta (es una lástima que esté ya tan mayor y no venga tanto por estas tierras a contarnos cosas y a leernos sus poemas).

He decidido compartir mi hallazgo con vosotros, si queréis escuchar el poema mientras lo leéis, pinchad en el título.


"Dactilógrafo"

Montevideo quince de noviembre
de mil novecientos cincuenta y cinco
Montevideo era verde en mi infancia
absolutamente vrede y con travías
muy señor nuestro por la presente
yo tuve un libro del que podía leer
veinticinco centímetros por noche
y después del libro del que podía leer
y yo quería pensar en cómo sería eso
de no ser de caer como piedra en un pozo
comunicamos a usted que en esta fecha
hemos efectuado por su cuenta
quién era ah sí mi madre se acercaba
y prendía la luz y no te asustes
y después la apagaba antes que no durmiera
el pago de trescientos doce pesos
a la firma Menéndez & Solari
y sólo veía sombras como caballos
y elefantes y monstruos casi hombres
y sin embargo aquello era mejor
que pensarme sin la savia del miedo
desaparecido como se acostumbra
en un todo de acuerdo con sus órdenes
de fecha siete del correinte
eran tan diferente era verde
absolutamnte verde y con tranvís
y qué optimismo tener la ventanilla
sentirse dueño de la calle que baja
lugar con los números de las puertas cerradas
y apostar consigo mismo en términos severos
rogámosle acusar recibo lo ante posible
si terminaba en cuatro o trece o diecisiete
era que iba a reír o a perder o a morirme
de esta comunicación a fin de que podamos
y hacerme tan sólo una trampa por cuadra
registrarlo en su cuenta corriente
absolutamente verde y con travías
y el Prado con caminos de hojas secas
y el olor a eucaliptus y a temprano
saludamos a usted atentamente
y desde allí los años y quié sabe.

Mario Benedetti-Poemas de la Oficina

martes, 26 de junio de 2007

Las playas de Calblanque.

Hace 3 ó 4 años un grupo de amigos decidimos alquilar un apartamento para pasar allí la semana que iba desde Nochevieja hasta Reyes. Lo pensamos demasiado tarde, de modo que no pudimos elegir destino y acabamos en la Manga del Mar Menor. No voy a negar que es un sitio bonito y que debe ser “excesivamente” animado durante el verano, pero lo cierto es que en invierno es una ciudad solitaria y triste: tiendas cerradas, nadie por las calles… en definitiva, no encontramos ningún bar, cafetería, garito (nos daba igual lo que fuera) que estuviera abierto más allá de las diez de la noche al que ir a tomarnos unas copas.

De modo que, cuando los ambientes urbanos fallan y el ambiente de fiesta no tiene cabida fuera de las cuatro paredes de un apartamento de playa, hay que buscar el modo de no aburrirse; así que nos dedicamos a recorrer el litoral murciano. Y lo cierto es que es precioso, a pesar de responder a un plan de urbanismo que no ha tenido en cuenta la agresión a la naturaleza que supone; de hecho, es casi imposible imaginar cuál era el estado de esas playas antes de la llegada de los edificios setenteros que las invaden.

Un compañero de trabajo me había dicho que no podía dejar de visitar las playas de Calblanque, así que decidimos buscarlas. Encontrar el camino que da acceso a este lugar fue una odisea: se accede a la Manga a través de una vía rápida y en ella está el cartelito que marca el camino, pero no lo veremos si salimos de la ciudad, porque sólo está colocado en el carril de acceso. Cuando por fin encontramos el dichoso cartel, entramos en un camino de tierra que parecía no llevar a ninguna parte; pero nos llevó hasta un aparcamiento. Dejamos allí el coche y comenzamos a andar por uno de esos caminitos de tablas que ahora se colocan en todas las playas, pero lo cierto es que no veíamos el mar. De repente lo vimos, y todos nos quedamos con la boca abierta. Era un lugar maravilloso: unas playas vírgenes que, inexplicablemente, se han salvado de la invasión del ladrillo y del turista. Y en ese momento, solos en aquella playa, nos sentíamos como si hubiéramos descubierto un lugar secreto e inexplorado, como si fuéramos los primeros en pisar esa arena, en sentir ese sol, en oler el salitre del mar… Disfrutamos muchísimo de esa mañana de playa en un caluroso día de diciembre, y nos prometimos que volveríamos en verano, con más tiempo y más calor, para vivir ese lugar con la tranquilidad del turista estival.

El año pasado, de vuelta a casa tras pasar un fin de semana de junio en Almería, decidimos enseñar a nuestros acompañantes las playas de Calblanque. Así que nos desviamos de nuestro camino para pasar por allí, fue entonces cuando nos dimos cuenta de que ese idílico lugar que creíamos escondido y desconocido para los demás, era una playa nudista repleta de gente. Y es que, ¡ya no quedan rincones secretos…! pero, por lo menos sí poco conocidos; de modo que, os animo a visitar, desnudos o vestidos, en invierno o en verano, una de las pocas playas vírgenes que quedan en el Levante español.


jueves, 21 de junio de 2007

El extraño viaje, Fernando Fernán Gómez.

Esta película fue filmada en 1964, y, desde mi punto de vista, es una de las obras maestras del cine español. Su argumento parte de un esbozo de historia que había realizado Berlanga al leer en El Caso la noticia del llamado “Crimen de Mazarrón”, de hecho, Fernán Gómez quiso titular así su obra, pero problemas con la censura y con el ayuntamiento de dicho pueblo, que creía que algo así haría que se tuviera una imagen negativa de sus vecinos, hicieron que el tituló se cambiara por el de El extraño viaje, que, en mi opinión, es mucho más apropiado.

Se trata de una magistral película que mezcla muchísimos géneros: el documental, el terror, la parodia, la comedia, el cine negro…, pero que tuvo muchas dificultades para llegar al gran público. Tardó 5 años en estrenarse, y cuando lo hizo fue en un cine de barrio en un programa doble como complemento. Gracias a un crítico que la vio y realizó una reseña sobre ella en la revista Oráculo, la crítica empezó a interesarse por ella.

Situada en un pueblo cercano a Madrid, nos muestra de una manera un tanto costumbrista a los habitantes de la localidad: la chica joven a la que todos consideran un fresca, que viste a la ultima y que quiere irse a la capital a triunfar como artista; el cantante de la charanga que actúa los fines de semana en el pueblo, que miente a la chica con la que sale para conseguir sus besos y sus caricias; la mercera desconfiada a la que roban un corsé de su tienda y denuncia, sin pruebas y por su apariencia, a una chica ante la policía; los viejecitos que ocupan sus noches ejerciendo de voyeurs…. Y es que, el tema de la provincia aparece aquí desde el esperpento y adopta los puntos de vista del cine neorrealista. Todos los personajes quieren triunfar en algo: casarse, salir del pueblo… Viven en un pueblo en el que no hay industria, se mantienen del fruto de las tierras y de las rentas. En todos hay un deseo de escapar de su realidad que no se cumple. Y ese sentimiento de frustración es común en todos los grupos sociales. De manera que Fernando Fernán Gómez no nos ofrece un simple retrato costumbrista de la España profunda de los 60, sino que, partiendo del objetivismo, realiza una crítica al anquilosamiento de los pueblos de la época.

Nos cuenta la historia de Ignacia y sus hermanos que viven en una mansión en la plaza del pueblo, pero sin mantener ningún tipo de relación con sus vecinos. Los hermanos, que viven aterrorizados por el carácter de su hermana, en una discusión la matan. En ese momento los encuentra uno de los músicos de la orquesta que mantiene una relación, “muy especial”, con Ignacia. Él los ayuda a esconder el cadáver en un barril de vino, y también a huir del pueblo. Los lleva a una playa levantina con la falsa promesa de un barco que iría a buscarlos para llevarlos a América y allí los envenena. El pueblo se entera del fallecimiento de los dos hermanos, pero no saben nada de Ignacia, hasta que el dueño del bar, al coger el vino de los barriles encuentra su cadáver. Todo se precipita y el cantante confiesa su delito.

Es una película sorprendente que no abandona la intriga y el humor y que contiene escenas transgresoras que lograron escapar de una censura torpe que se preocupaba más de la no aparición de ideas políticas, sexuales o religiosas, que de entender el mensaje que contenían los films.

Particularmente llamativo es el papel de Carlos Larrañaga, acostumbrados a verlo como el típico galán romántico, cursi y algo canalla, pero con un gran corazón, papel al que nos tiene acostumbrados. Aquí interpreta al músico de la orquesta, un hombre sin escrúpulos, mentiroso, timorato, manipulador y manipulado. O Rafaela Aparicio, que en la mayoría de sus películas es la criada, la tía, la madre graciosa y risueña; aquí es una mujer miedosa, fantasiosa, infantil… pero al mismo tiempo vengativa y rencorosa.

Si no la habéis visto todavía, tenéis que hacerlo, porque es una obra maestra. Y, si ya la conocéis, ¿Por qué no volverla a ver? Eso sí, no esperéis que la echen por televisión, porque las películas españolas de estos años sólo las emite Cine de Barrio y ésta no reúne las características de la España de toros y pandereta que nos muestra ese programa. No sé, quizás, algún día, sobre las dos o las tres de la mañana, la pongan en La dos. Vete tú a saber.

miércoles, 13 de junio de 2007

París IV: La Ópera de Garnier y Notre-Dame.




¡Y seguimos recorriendo París!

La Ópera de Garnier es un bellísimo edificio neobarroco que lleva el nombre del que fue su arquitecto, Charles Garnier, que construyó el edificio bajo las órdenes de Napoleón (como casi todo en Paris).

Como podéis ver en la foto, a pesar del barracón de madera que tiene delante de la fachada, en un edificio decorado para provocar todas las miradas. Y, en su interior, los mármoles de colores; las estatuas; las esculturas de ninfas, querubines, motivos naturales…; las impresionantes lámparas, las pinturas de los techos…; consiguen que tu imaginación eche a volar, y te veas bajando por las imponentes escaleras con un fabuloso y carísimo vestido de noche (que te sienta genial y te hace superdelgada), con unos joyones de diamantes, con el pelo y el maquillaje perfectos, y con un bolsito, muy, muy, muy pequeñito, pero lleno de billetes de 500 euros. Pero, en ese momento, un turista japonés cargado con la cámara fotográfica más moderna del mercado, te da un empujón porque quiere hacerse una foto en ese lugar desde el que tú observas lo que te rodea y sueñas con ser la protagonista de una película americana de los 50. De todos modos, si os gusta la ópera y queréis daros un capricho, podéis ver allí una representación, y luego me contáis qué tal.

¿Qué os parece por dentro? Impresionante, ¿verdad? A mí me gustaría poderos decir que yo hice esta foto, pero no es así, las fotos que yo hice del interior están movidas, borrosas, oscuras… en fin, un desastre.

A la salida de la Ópera podéis dar un paseo por las calles que la rodean, y no evitéis la tentación de incluir en él, una visita a Galeries Lafayette, ya no tanto por las compras que allí se pueden realizar, sino como por la decoración del centro comercial: yo viajé a Paris en enero y el árbol de Navidad colocado en el centro del comercio me dejó impresionada, si os apetece ver la imagen, pasad por Voy de viaje”.

Y llega la hora de comer, y ahí viene el gran dilema de todo español que visita la capital francesa: ¿dónde comer bien y barato? Bien, lo que se dice bien, no es que se coma en Mc Donalds, pero si que es barato, debemos reconocerlo. Las pizzerías y los restaurantes que ofrecen un menú tampoco son demasiado caros, y no se come mal del todo. Pero en esta zona no vais a encontrar nada de esto, en cualquier restaurante vais a comer muy bien, pero no lo bien de precio que querríais. Así que, ahí va un consejillo que a mi me dio mi amiga Eva: Hay 2 cadenas de restaurantes que hacen comida francesa a un precio bastante asequible, además, en las dos se come muy bien y el trato es muy agradable, son Bistro Romain e Hippopotamus. Si cuando planifiquéis vuestro viaje os marcáis en un plano los restaurantes cercanos a los lugares que queréis visitar, no os volveréis locos buscando un lugar que os guste para comer.


Después de la comida, a coger el metro y hacia Notre-Dame. Hay que llegar temprano si queréis subir a su campanario. Nosotros lo intentamos en 2 ocasiones, pero la cola para poder ver las gárgolas de cerca era tan larga que 1 hora antes de cerrar prohibieron que se siguiera poniendo gente en ella, porque, de haberlo hecho, nos hubiéramos quedado, igualmente, sin subir.

Esta catedral es uno de los pocos monumentos anteriores a la Revolución Francesa y a un Napoleón al que le dio por transformar el París de su tiempo, de hecho, es un edificio gótico que data del siglo XII. Yo he de reconocer que fue uno de los lugares que más me gustó de la ciudad. Se encuentra al lado del Sena y del Barrio Latino, y es que el entorno ya es una maravilla. Por dentro impresionan, no tanto sus famosas vidrieras (no hay tanta luz en París como para que se aprecie su belleza), como la sobriedad y elegancia del templo. Y llama muchísimo la atención el hecho de que no se cierre durante la misa a los turistas, de modo que, cuando entras, y oyes al cura dando su misa en francés, no sabes si debes realizar la visita de turista que pretendes o no; pero te dejas llevar por la gente y acabas dándole la vuelta sin mostrar el menor respeto por la liturgia religiosa.

Y, tras la visita, lo mejor es pasear por el Barrio Latino, comprar souveniers y comer algo por allí (el mejor crepe de chocolate que he comido nunca, lo comí en un puestecillo que hay enfrente de la fachada izquierda de Notre-Dame).

El barrio debe su nombre a los estudiantes de la Sorbona que habitaban en sus casas durante la edad media y que hablaban latín. Es obligatorio el paseo por las inmediaciones de la iglesia de St-Séverin, rodeada de calles repletas de comercios y restaurantes, los que más abundan son los griegos (muy parecidos a los restaurantes turcos que nosotros conocemos en España), comer allí resulta bastante económico, pero tened cuidado con el que elegís, porque no en todos reina la higiene y la pulcritud.

domingo, 10 de junio de 2007

NO al concierto de bachilleratos.


A finales del mes de abril, los responsables del área de Educación del gobierno valenciano y los sindicatos, se reunían para discutir aspectos relacionados con la situación laboral de los profesores y maestros de la Comunidad Valenciana. Parecían no llegar a un acuerdo, de modo que uno de esos sindicatos convocó una huelga, que no fue mayoritariamente seguida por los docentes. Sin embargo, de un modo casi inexplicable, tras esa única jornada de paro, el gobierno valenciano decidió conceder algunas de las peticiones sindicales, entre ellas la subida del sueldo de los profesores de la comunidad (cuyo salario era de los más bajos de los docentes españoles).

Unos días después, sin que nadie lo esperara, el gobierno valenciano aprobó la ley por la cual, a partir del curso 2007-2008 se conciertan los bachilleratos privados. Esto significa que, con dinero publico, se subvencionará el 80% de la matricula en estos centros. Es decir, que si una familia pagaba unos 300 euros al mes porque su hijo estudiara en estos centros, ahora pasaría a pagar unos 30. Esta claro que no les interesaba hablar de esto cuando se negociaban otras cosas, porque, de haberlo hecho, los sectores implicados en la educación pública se les hubieran echado encima.

Supongo que los padres que tengan un hijo en un centro privado estarán dando saltos de alegría. He escuchado decir que esta es una medida que iguala a pobres y ricos, pero, si esto es así, ¿tendrán, realmente, las mismas opciones de conseguir una plaza en un centro privado mis hijos y los de Alicia Koplovich? Las diferencias de clase siempre existirán. Es más, a mí me da la sensación de que con medidas como ésta se acentúan todavía más. Os pongo un ejemplo: en otras comunidades autónomas, gobernadas por el PP, esta ley ya está en marcha. Los gobiernos no se han preocupado de la necesidad de dinero en los centros públicos y han destinado el dinero de los impuestos de sus contribuyentes hacia los centros privados. En Madrid, por ejemplo, muchos centros públicos no tienen oferta de Bachillerato porque no tienen alumnos y las autoridades no han hecho nada para asegurar que no se perdiera esa oferta. Entonces, yo me pregunto, ¿y si una familia no puede pagar 30 euros al mes para que su hijo estudie? ¿no estudia? . Entonces, ¿no estamos fomentando una educación para ricos y otra para pobres?

No acepto una ley que considero, como alguien ya ha dicho, legal pero inmoral. No acepto que el dinero público se destine a financiar lo privado. No acepto que no se puedan asegurar puestos de trabajo en el sector público y que se fomente la contratación de profesores en la enseñanza privada. No acepto la demagogia de unos políticos que “me venden la moto” de la igualdad entre pobres y ricos cuando fomentan la desigualdad social…. Y afortunadamente no soy la única que manifiesta su opinión ante algo que considera injusto, así que, desde aquí, va mi animo a los profesores, padres y alumnos que se están manifestando, realizando protestas, firmando manifiestos... para que esta ley no se lleve a la práctica.

Aquí tenéis una serie de enlaces a páginas que comentan el tema, porque la mejor manera de crearse una opinión sobre algo, es estar informado.

miércoles, 6 de junio de 2007

París III: La Plaza de la Concordia.


Hacía mucho tiempo que no os hablaba de mi viaje a París , así que ya es hora de retomar la visita a esta preciosa y oscura ciudad. Si os estáis planteando viajar a “la ciudad del amor” (o bien, a “la ciudad del no amor”, porque cuando llegas al hotel el dolor de pies por las largas caminatas es tan insoportable que no te apetece más que dormir, dormir y dormir), una buena opción es viajar en avión. Si tenéis la suerte de vivir cerca de un aeropuerto que cuente con vuelos de Click air, lo haréis por muy poco dinero: para que os hagáis una idea, dos billetes de ida y dos de vuelta, con tasas incluidas, nos costaron unos 115 euros, así que estad pendientes, reservad con tiempo y viajad barato.

En esta serie de post sobre París, habíamos visitado ya la Torre Eiffel, la Defense y el Arco del Triunfo. Si no os queréis dejar nada por ver, un recorrido posible y que os llevaría todo un largo día, podría comenzar en la Defense, desde allí, en metro llegar al Arco del Triunfo, y, caminando llegar hasta la plaza de la Concorde. El paseo es muy agradable, puesto que la avenida que une el arco con la plaza es la de los Campos Eliseos, de modo que imaginad que encontrareis por allí: tiendas, tiendas, tiendas… Algunos consejillos:
  • No dejéis de visitar la tienda de Peugeot, encontrareis versiones muy originales de coches que todos conocemos, yo me quede impresionada con el 307 monovolumen que estaba decorado en estilo Luis XV, con sus sillones troquelados, su tapicería bordada.
  • En los Campos Eliseos no hay un solo restaurantes barato. Supongo, además, que ya sabéis el precio de un café en cualquier cafetería parisina, de modo que, si os apetece descansar un ratito tomando un café en los Campos Eliseos, aprovechad la terrada de McDonalds.
  • Si vais a París pero no pensáis visitar Eurodisney, tenéis que entrar a la tienda que Disney tiene en esta avenida. Acabareis comprando muñequitos, trajecitos y millones de tonterías para los niños de la familia, pero, por lo menos, durante un ratito sentiréis la magia del mundo de fantasía de Disney.


Así que, cargados de bolsas llegareis a la Plaza de la Concordia. Sin duda, lo que más impresiona en ella es el obelisco egipcio que esta justo en el centro. Es, sin discusión, el monumento más antiguo de París. Una leyenda cuenta que fue un encargo de Josefina a su esposo, Napoleón, cuando éste salio a conquistar Egipto en 1798. Verdad o no, lo cierto es que este obelisco egipcio erigido por Ramses II acabó aquí, en París. Lo cierto es que el ingeniero naval Jean-Francois Champollion, que consideraba que este obelisco de Luxorestaba en peligro de destrucción, propuso trasladarlo a la capital de Francia, como, en definitiva, era deseo de Napoleón. Tras un periodo de conversaciones, las autoridades francesas y egipcias se pusieron de acuerdo, y, el 22 de octubre de 1836, se erigió en esta plaza ante 200.000 personas.

La vista desde la Plaza de la Concorde es maravillosa: enfrente: el Arco del Triunfo, a la izquierda, el Sena y la Torre Eiffel; detrás, los “afrancesados” jardines de Tuileries (repletos de fuentes, estatuas...; y, a la derecha, la iglesia de la Madeleine.

Para llegar a la Madeleine, pasamos por las calles que comprenden una de las zonas comerciales de alto standing, imaginad qué tipo de tiendas veréis por allí. Bueno, y si os apetece poder contar a vuestros amigos que habéis comido en uno de los restaurantes más famosos del mundo, hacedlo en Maxim΄s, que está en esa calle.

La iglesia de la Madeleine, os llamara muchísimo la atención por su arquitectura clásica, como si se tratara de un templo griego, de hecho, hasta que uno no entra en ella, no es consciente de que es una iglesia. Se construyó 1764 como iglesia católica, pero, durante la Revolución francesa y los años posteriores, se utilizó como Templo homenaje a la Gran Armada, tuvo esa función hasta la construcción del Arco del triunfo en 1842, año en el que volvió a tener las funciones de iglesia católica.

Y tras otro agotador día, al hotel, ¿quién dice que esa noche París no pueda ser Ciudad del Amor…?