¡Y seguimos recorriendo París!
La Ópera de Garnier es un bellísimo edificio neobarroco que lleva el nombre del que fue su arquitecto, Charles Garnier, que construyó el edificio bajo las órdenes de Napoleón (como casi todo en Paris).
¿Qué os parece por dentro? Impresionante, ¿verdad? A mí me gustaría poderos decir que yo hice esta foto, pero no es así, las fotos que yo hice del interior están movidas, borrosas, oscuras… en fin, un desastre.
A la salida de la Ópera podéis dar un paseo por las calles que la rodean, y no evitéis la tentación de incluir en él, una visita a Galeries Lafayette, ya no tanto por las compras que allí se pueden realizar, sino como por la decoración del centro comercial: yo viajé a Paris en enero y el árbol de Navidad colocado en el centro del comercio me dejó impresionada, si os apetece ver la imagen, pasad por “Voy de viaje”.
Y llega la hora de comer, y ahí viene el gran dilema de todo español que visita la capital francesa: ¿dónde comer bien y barato? Bien, lo que se dice bien, no es que se coma en Mc Donalds, pero si que es barato, debemos reconocerlo. Las pizzerías y los restaurantes que ofrecen un menú tampoco son demasiado caros, y no se come mal del todo. Pero en esta zona no vais a encontrar nada de esto, en cualquier restaurante vais a comer muy bien, pero no lo bien de precio que querríais. Así que, ahí va un consejillo que a mi me dio mi amiga Eva: Hay 2 cadenas de restaurantes que hacen comida francesa a un precio bastante asequible, además, en las dos se come muy bien y el trato es muy agradable, son Bistro Romain e Hippopotamus. Si cuando planifiquéis vuestro viaje os marcáis en un plano los restaurantes cercanos a los lugares que queréis visitar, no os volveréis locos buscando un lugar que os guste para comer.
Después de la comida, a coger el metro y hacia Notre-Dame. Hay que llegar temprano si queréis subir a su campanario. Nosotros lo intentamos en 2 ocasiones, pero la cola para poder ver las gárgolas de cerca era tan larga que 1 hora antes de cerrar prohibieron que se siguiera poniendo gente en ella, porque, de haberlo hecho, nos hubiéramos quedado, igualmente, sin subir.
Esta catedral es uno de los pocos monumentos anteriores a la Revolución Francesa y a un Napoleón al que le dio por transformar el París de su tiempo, de hecho, es un edificio gótico que data del siglo XII. Yo he de reconocer que fue uno de los lugares que más me gustó de la ciudad. Se encuentra al lado del Sena y del Barrio Latino, y es que el entorno ya es una maravilla. Por dentro impresionan, no tanto sus famosas vidrieras (no hay tanta luz en París como para que se aprecie su belleza), como la sobriedad y elegancia del templo. Y llama muchísimo la atención el hecho de que no se cierre durante la misa a los turistas, de modo que, cuando entras, y oyes al cura dando su misa en francés, no sabes si debes realizar la visita de turista que pretendes o no; pero te dejas llevar por la gente y acabas dándole la vuelta sin mostrar el menor respeto por la liturgia religiosa.
Y, tras la visita, lo mejor es pasear por el Barrio Latino, comprar souveniers y comer algo por allí (el mejor crepe de chocolate que he comido nunca, lo comí en un puestecillo que hay enfrente de la fachada izquierda de Notre-Dame).
El barrio debe su nombre a los estudiantes de la Sorbona que habitaban en sus casas durante la edad media y que hablaban latín. Es obligatorio el paseo por las inmediaciones de la iglesia de St-Séverin, rodeada de calles repletas de comercios y restaurantes, los que más abundan son los griegos (muy parecidos a los restaurantes turcos que nosotros conocemos en España), comer allí resulta bastante económico, pero tened cuidado con el que elegís, porque no en todos reina la higiene y la pulcritud.
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