viernes, 17 de abril de 2009

Palito, palito.

Vivo en un pueblo y eso hace inevitable que constantemente pregunten a cualquier chica con pareja: "Y los niños... ¿para cuándo?" Nadie puede imaginar cuánto he oído esa pregunta y cuántas veces he respondido que nada de niños. Supongo que esa falta de instinto maternal fue lo que más me asustó cuando me di cuenta de que tenía una falta.
Pero, mejor empezar por el principio: Trabajo en un instituto en el que en esta temporada se ha puesto de moda el embarazo adolescente. Pues bien, a la salida de una clase, una chica de 14 años me pidió consejo muy asustada porque tenía un retraso de 2 semanas. Yo la tranquilicé, le comenté que a su edad la regla no era del todo regular y la animé a contárselo a alguien de su familia y a hacerse un test de embarazo. A partir de entonces la busqué todos los días para hablar con ella. Tardó 2 semanas en hacerse el test, que, afortunadamente, fue negativo. Fueron 14 días en los que no se alejó de mi pensamiento en un solo minuto. Supongo que no deberían afectarme tanto estas cosas, pero una nunca se inmuniza totalmente contra ellas, por muchos casos que vea.
Yo le daba el parte diario a mi pareja, le iba contando mis conversaciones con la chica y lo preocupada que me sentía. Me conoce mucho y entendió perfectamente por qué en este caso me sentía más implicada y mi preocupación era mayor. Así que nos sentamos frente a un calendario y empezamos a calcular la fecha de mi última regla y descubrimos 3 ó 4 días de retraso. Al día siguiente volvió del trabajo con un test de embarazo.
Yo estaba completamente convencida de que sería negativo, era tan improbable, era prácticamente imposible... Eso creía yo. Lo hicimos y él entró al baño a mirar el resultado. Y así tuve noticia de mi embarazo: "Ja, ja, ja, ja... palito, palito. ¡Ostia! ¡Qué si! Palito, palito"
No puedo decir que me entristeciera la noticia, en absoluto. Pero tampoco que me alegrara. Me bloqueó. No sabía qué sentía ni qué debía sentir, y empecé a llorar. Él me abrazaba con una sonrisa de oreja a oreja.
Tardé un día más en salir del estado de shok y en darme cuenta de la alegría que me producía tener un hijo. Ahora estoy feliz. Sigo estando asustada, me preocupa todo, pero también se ha instalado en mi cara una sonrisa de oreja a oreja.

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