jueves, 16 de agosto de 2007

El Círculo del Arte, Toledo.

La primera semana de julio estuve en Toledo. Es una ciudad preciosa, pero si tengo que describirla con una frase, me quedo con una coplilla que me cantó una toledana: “Toledo cuesta trabajo, cuesta trabajo, cuesta p΄arriba, cuesta p΄abajo”, ¡pero es que todo está cuesta arriba en Toledo!

La ciudad tiene un encanto especial que le viene dado por la muralla que rodea al casco antiguo, los preciosos edificios que lo forman, sus calles estrechas y empinadas, sus iglesias… sus muchas iglesias. Son tantas que es imposible mantenerlas todas como lugares de culto y oración, de modo que no es extraño encontrártelas transformadas en colegios, talleres mecánicos o bares.

Observad las dos fotos del principio, ¿qué muestran? una iglesia, contestareis todos. Pues sí lo es, se trata de la antigua iglesia de San Vicente, un templo mudéjar del siglo XIII. Pero a mí no me importaría que alguna de las ermitas de mi pueblo, que amenazan ruinas, se utilizase como este pequeño templo, ¿queréis verlo por dentro?

Me contaron que esta antigua iglesia estuvo cerrada durante muchos años, es tal el patrimonio de la ciudad, que es prácticamente imposible mantenerlo todo. En un afán de rescatar el edificio, se cedió a la Universidad de Toledo, que lo utilizó durante años como aula y, posteriormente como almacén. Viendo de nuevo que el edificio quedaría abandonado, ya que la universidad no tenía necesidad de él, el ayuntamiento o el obispado (no sé muy bien quién) lo cedió a una asociación cultural toledana llamada “El Circulo del Arte” para realizar allí exposiciones, conciertos… Pero con eso no se saca el dinero suficiente como para mantener el edificio, de modo que se dio a una empresa el uso del lugar como bar de copas. (Por favor, si algún toledano lee esto y me equivoco en algo, le pido que me corrija)

Así que ahora, la vieja iglesia es una sala de exposiciones de arte, un lugar donde se realizan monólogos, obras de teatro, una sala de conferencias, un espacio donde presentar libros, un local de conciertos… en definitiva, un espacio polivalente en el que, además, durante el día puedes tomar una cervecita con tu tapa o un café con pastas, y en el que, por la noche, puedes bailar como un descosido mientras tu grupo actúa en un fantástico escenario, el altar mayor de la iglesia; o mientras el d.j. de turno pincha buena música.

Os aseguro que uno tiene una sensación morbosa cuando baila tomándose una copa y fumándose un cigarro dentro de una iglesia. El sentimiento de estar saltándote las normas llega al colmo de la provocación cuando le plantas un besazo a tu chico. Entonces piensas: si me viera mi abuela diría que el mundo está loco.