domingo, 7 de octubre de 2007

París VII: Château de Versailles.

Muchachos, ¡qué poco nos queda para terminar nuestra visita a París! Hoy estaremos en Versalles, un fastuoso palacio que se encuentra a media hora de la capital francesa y que es el símbolo del poder absolutista de los antiguos reyes del país. Fue Luis XII el que, en 1723 mandó construir, en el enclave del palacio, un pabellón de caza en el que el monarca y los nobles pudieran pasar sus ratos de ocio. Pero, el lugar les pareció tan agradable que fueron ampliando, poco a poco el palacio. Luis XIV, obsesionado con crear un palacio sin igual, construyó la famosa Galería de los Espejos, una impresionante sala en la que se firmó el Tratado de Versalles que dio fin a la I Guerra Mundial. En enero de este año esta sala estaba siendo restaurada, de modo que gran parte de los espejos se ocultaban bajo paredes de cartón, aún así, la amplitud de la sala, su luminosidad, las lámparas, la decoración… hacían de la Galería un lugar sorprendente (tendré que volver cuando esté restaurada completamente para poder contaros más cosas).

Si os alojáis en París, llegar hasta Versalles es muy sencillo: podéis ir en tren (RER C), siguiendo la dirección Versailles-Rive Gauche, desde la estación de Invalides o Notre Dame. Al comprar el billete de tren pedir que incluya la visita al palacio, de este modo os saldrá más barata (13,5 euros: ida, entrada, y audioguía, y vuelta), que si pagáis por un lado los billetes y por otro la entrada.

El pueblo en el que se encuentra el palacio es muy bonito. Si decidís pasar el día completo allí, hay muchos restaurantes donde comer, pero, si hace buen tiempo, os recomiendo comprar unos bocatas y comer por los jardines del castillo, al lado de una de sus maravillosas fuentes tumbados sobre el verde césped. Eso es lo que a nosotros nos hubiera gustado hacer, pero la temperatura de enero y la constante llovizna nos impidió, prácticamente, visitar los jardines.

El palacio es precioso, pero si habéis estado en el de la Granja de San Ildefonso, no pararéis de encontrar similitudes, al fin y al cabo, el español está hecho a imagen y semejanza del francés, aunque es bastante más pequeño. Sólo hay una cosa que me impresionó mucho en Versalles y que no había visto en ningún palacio real español: el teatro de la ópera. Un teatro pequeñito repleto de tapices, bordados en oro, maderas nobles… ¡estos reyes se lo montaban muy bien!

Si os quedan tiempo y fuerzas para unas visitas más, no dejéis de pasear por la zona de la Sorbonne, allí podréis ver los edificios de la antigua universidad, y visitar el Panteón. Se trata de un edificio del siglo XVIII que inicialmente iba a ser una iglesia dedicada a Santa Genoveva, pero, tras la Revolución Francesa, se transformó en un templo para albergar los cuerpos de los hombres ilustres de la patria. Allí podréis ver las tumbas de Alejando Dumas, Víctor Hugo, Emile Zola, Maire Curie… y el asombros péndulo de Faucault que está situado en la galería central.

Y hasta aquí llego nuestro recorrido por Paris. Y lo voy a terminar con las mismas palabras con las que empecé esta serie de posts: disfrutad de sus calles, de sus edificios, de sus gentes, de su comida… porque ése es el verdadero encanto de la ciudad. Coged el avión y volved a casa, pero no guardéis las maletas, porque pronto visitaremos otra ciudad europea.